martes, noviembre 15, 2005

l. u. v. p. s?

-¡Cómo he puesto la mesa de garabatos! – exclamó Kitty dejando la tiza y disponiéndose a levantarse.

«¡Qué solo voy a sentirme sin ella!», pensó Levine. Y cogiendo la tiza y sentándose, le dijo:

-Espere un momento. Hace tiempo que quería hacerle una pregunta.

Y miraba con calma los ojos de Kitty, un tanto inquietos pero llenos de bondad.

-Usted dirá –repuso ella.

-La pregunta es esta –dijo Levine.

Y escribió «U. m . r ¿F. p. s.?», iniciales de la frase «Usted me rechazó. ¿Fue para siempre?».
No había muchas probabilidades de que ella pudiera descifrar semejante jeroglífico; pero, al observar que él la miraba con una expresión tan llena de ternura, que parecía decirle que su vida entera dependía de que comprendiera aquello, Kitty trató de adivinar las palabras. Una y otra vez leyó atentamente la serie de iniciales sin descifrar el enigma. Mas no renunciaba a lograrlo. Apoyando la frente en las manos, hizo un gran esfuerzo mental. De vez en cuando miraba a Levine como preguntándole si sus deducciones eran ciertas. De pronto manifestó, enrojeciendo:

-¡Ya está! Lo he comprendido todo perfectamente.

-¡Ah!, ¿sí? Entonces dígame qué palabra corresponde a esta letra y señalaba la «r». Kitty repuso:

-«Rechazo». Pero no lo hice por lo que usted supone.

Levine borró rápidamente lo que había escrito, se levantó y entregó la tiza a Kitty. Ella escribió: «E. n. p. o. d. o. m. ».

Dolly los vio en aquel momento y la escena la alivió del pesar que le había producido su conversación con Alexie Alejandrovitch. Kitty tenía aún la tiza en la mano, en sus labios había una leve sonrisa de felicidad y observaba a Levine, que estaba inclinado sobre la mesa, y que miraba a su vez, con expresión radiante y apasionada, tan pronto a Kitty como a lo escrito por ella.

De pronto, el rostro de Levine se iluminó: había comprendido. Aquellas letras significaban: «Entonces no podía obrar de otro modo».

Él le dirigió una tímida pero escrutadora mirada.

-¿Solamente entonces?

-Sí –respondió ella sonriendo.

-¿Y... y ahora?

-Pues ahora lo que más deseo es...

Y escribió: «Q. u. o. y. p.».

Él le quitó la tiza de la mano y, con dedos temblorosos y rompiendo la punta de la blanca barrita, escribió las iniciales de la frase: «No tengo nada que olvidar y menos que perdonar».

Ella murmuró sonriendo:

-Comprendido.

Él volvió a escribir. La frase esta vez era larga, pero ella la comprendió al instante y, quitándole la tiza de las manos, le contestó inmediatamente. Levine fijó la vista en las letras de la respuesta y miró varias veces a Kitty con una expresión que evidentemente quería decir que no la entendía. Pero al fin leyó en sus hermosos ojos el significado de la frase. Entonces escribió solamente tres letras, y aún no había terminado, cuando ya había interpretado ella la pregunta, a la que respondió simplemente: «Sí».

-Entreteniéndoos con algún jueguecito, ¿eh? –pregunto el anciano duque, que se había acercado a ellos por la espalda. Y añadió, dirigiéndose a su hija-: Si quieres llegar a tiempo a la representación de esta noche, nos hemos de marchar ya; aun así, tal vez lleguemos con retraso.

Levine se levantó y acompañó a Kitty hasta la puerta.

En el silencioso y abreviado diálogo de aquella noche se habían dicho todo lo que se tenían que decir. Levine sabía ya que ella le amaba.


Ana Karenina
LEON TOLSTOI

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